miércoles, 28 de julio de 2010

Asi opinan


El Parlamento Aprofujimorista ha ingresado a la legislatura final, reivindicando su pacto con la derecha y con algunos indeseables que, por circunstancias fortuitas, llegaron al Congreso. Este poder público, bajo la dirección de César Zumaeta, no será diferente a los presididos por sus antecesores Cabanillas, González Posada, Velásquez Quesquén y Luis Alva. El desprestigio del Parlamento, llevado a su pico más alto, es uno de los méritos del APRA.

El Parlamento Aprofujimorista ha ingresado a la legislatura final, reivindicando su pacto con la derecha y con algunos indeseables que, por circunstancias fortuitas, llegaron al Congreso. Este poder público, bajo la dirección de César Zumaeta, no será diferente a los presididos por sus antecesores Cabanillas, González Posada, Velásquez Quesquén y Luis Alva. El desprestigio del Parlamento, llevado a su pico más alto, es uno de los méritos del APRA. 


 
 
Zumaeta, declarado no grato por los amazónicos, inició su discurso con la misma retórica de su partido, en nombre de la gobernabilidad: “La instauración del bicameralismo, la renovación del Congreso por mitades, y la aprobación del voto voluntario, serán los mayores logros de mi gestión”, apostilló un presidente púber, quien juramentó el cargo en nombre de los principios del aprismo para con el gran capital y con la mafia enquistada en el corrupto gobierno nacional.
 
Zumaeta, también conocido por su afición al tráfico de tierras, ignora de enmiendas estaduales de carácter estructural. De las reformas soslayadas durante su intervención, el bicameralismo merece una reflexión crítica, aún cuando estoy más convencido de que un Senado funcional le hace falta a nuestro sistema político. Cámara Alta sí, pero no como está planteada por sus propulsores, ni mucho menos como lo prescrito por el constituyente de 1979.
 
Un Senado contemporáneo requiere reinventar su forma de elección, composición, marco de competencias, y la relación de poder con la Cámara de Diputados. Pretender una elección senatorial por distrito único es un grave error, pues en un escenario donde la población electoral se concentra mayoritariamente en la capital, el distrito único opera en favor del centralismo. Bajo esta consideración, el territorio nacional, como distrito electoral único,  beneficiaría a Lima, La Libertad, Piura, Puno y Arequipa.
 
De otro lado, la concepción del carácter representativo del Senado es errónea. La Cámara Alta no debe representar al Estado nacional, sino a las regiones o provincias de un país. Los ejemplos de Alemania, España, Italia, USA, Suiza, Canadá, etc., son ilustrativos. Por lo tanto, la idea de circunscripción única contradice el espíritu mismo de la territorialidad. Si son 25 senadores, por ejemplo, ocuparán el cargo quienes obtuvieron mayor votación, sin importar la representación territorial de donde provienen.
 
Finalmente, ¿conviene un Senado que ejerza las atribuciones conferidas por la Carta de 1979? No, si se pretende que tenga las mismas potestades como: Iniciativa legislativa, aprobación de las acusaciones constitucionales, ratificación del nombramiento de altos funcionarios del Estado, conocimiento de los estados de excepción declarados por el gobierno, y, su papel reflexivo de los proyectos de ley aprobados por los diputados. Sin competencias vanguardistas, o con atribuciones similares a las que ejerce la Cámara Baja, es preferible la unicameralidad.
 
El Perú no necesita un bicameralismo perfecto, sino uno imperfecto. La existencia de 2 cámaras se justifica cuando existe una diferenciación funcional, tanto en el plano formal, como en el material. Si la única diferencia entre ambas cámaras va a ser el control político, la funcionalidad del Parlamento, como un todo, estará permanentemente en cuestión. Al mismo tiempo, un bicameralismo funcional requiere adecuarse al contexto político vigente. En Estados que experimentan procesos de descentralización, es necesario darle al senado una representación más territorial y no política.
 
Bajo estas premisas, el Perú debería contar con una Cámara Alta de 52 miembros (2 por cada región), con derecho de veto sobre todo proyecto legislativo que verse en descentralización fiscal, gobiernos subnacionales, autonomías y competencias, y todo aquello referido a gobiernos multinivel. Los 52 senadores podrían ser elegidos directamente (voto universal en cada región) o indirectamente (designados por los gobiernos regionales con acuerdo de sus consejos).
 
Una cuestión elemental: ¿Por qué Alan García y el APRA están interesados en el bicameralismo? Por blindaje político y oportunismo irracional. Con un Senado instaurado, Alan García, al igual que Toledo y Fujimori, sería senador vitalicio, asegurándose prerrogativas parlamentarias y gozando de una remuneración perpetua nada desdeñable. Incoar procesos judiciales contra García pasaría por el levantamiento de su inmunidad, en caso de delitos comunes, o por el antejuicio político, en caso de infracción constitucional o delitos de función.
 
Por ende, ¿es recomendable un Senado? Sí, siempre que sea una cámara imperfecta, y en tanto no sirva para garantizar la impunidad de los altos mandatarios. Masacres como el Frontón o Accomarca no pueden dormir el sueño de los justos.
Zumaeta, declarado no grato por los amazónicos, inició su discurso con la misma retórica de su partido, en nombre de la gobernabilidad: “La instauración del bicameralismo, la renovación del Congreso por mitades, y la aprobación del voto voluntario, serán los mayores logros de mi gestión”, apostilló un presidente púber, quien juramentó el cargo en nombre de los principios del aprismo para con el gran capital y con la mafia enquistada en el corrupto gobierno nacional.
 
Zumaeta, también conocido por su afición al tráfico de tierras, ignora de enmiendas estaduales de carácter estructural. De las reformas soslayadas durante su intervención, el bicameralismo merece una reflexión crítica, aún cuando estoy más convencido de que un Senado funcional le hace falta a nuestro sistema político. Cámara Alta sí, pero no como está planteada por sus propulsores, ni mucho menos como lo prescrito por el constituyente de 1979.
 
Un Senado contemporáneo requiere reinventar su forma de elección, composición, marco de competencias, y la relación de poder con la Cámara de Diputados. Pretender una elección senatorial por distrito único es un grave error, pues en un escenario donde la población electoral se concentra mayoritariamente en la capital, el distrito único opera en favor del centralismo. Bajo esta consideración, el territorio nacional, como distrito electoral único,  beneficiaría a Lima, La Libertad, Piura, Puno y Arequipa.
 
De otro lado, la concepción del carácter representativo del Senado es errónea. La Cámara Alta no debe representar al Estado nacional, sino a las regiones o provincias de un país. Los ejemplos de Alemania, España, Italia, USA, Suiza, Canadá, etc., son ilustrativos. Por lo tanto, la idea de circunscripción única contradice el espíritu mismo de la territorialidad. Si son 25 senadores, por ejemplo, ocuparán el cargo quienes obtuvieron mayor votación, sin importar la representación territorial de donde provienen.
 
Finalmente, ¿conviene un Senado que ejerza las atribuciones conferidas por la Carta de 1979? No, si se pretende que tenga las mismas potestades como: Iniciativa legislativa, aprobación de las acusaciones constitucionales, ratificación del nombramiento de altos funcionarios del Estado, conocimiento de los estados de excepción declarados por el gobierno, y, su papel reflexivo de los proyectos de ley aprobados por los diputados. Sin competencias vanguardistas, o con atribuciones similares a las que ejerce la Cámara Baja, es preferible la unicameralidad.
 
El Perú no necesita un bicameralismo perfecto, sino uno imperfecto. La existencia de 2 cámaras se justifica cuando existe una diferenciación funcional, tanto en el plano formal, como en el material. Si la única diferencia entre ambas cámaras va a ser el control político, la funcionalidad del Parlamento, como un todo, estará permanentemente en cuestión. Al mismo tiempo, un bicameralismo funcional requiere adecuarse al contexto político vigente. En Estados que experimentan procesos de descentralización, es necesario darle al senado una representación más territorial y no política.
 
Bajo estas premisas, el Perú debería contar con una Cámara Alta de 52 miembros (2 por cada región), con derecho de veto sobre todo proyecto legislativo que verse en descentralización fiscal, gobiernos subnacionales, autonomías y competencias, y todo aquello referido a gobiernos multinivel. Los 52 senadores podrían ser elegidos directamente (voto universal en cada región) o indirectamente (designados por los gobiernos regionales con acuerdo de sus consejos).
 
Una cuestión elemental: ¿Por qué Alan García y el APRA están interesados en el bicameralismo? Por blindaje político y oportunismo irracional. Con un Senado instaurado, Alan García, al igual que Toledo y Fujimori, sería senador vitalicio, asegurándose prerrogativas parlamentarias y gozando de una remuneración perpetua nada desdeñable. Incoar procesos judiciales contra García pasaría por el levantamiento de su inmunidad, en caso de delitos comunes, o por el antejuicio político, en caso de infracción constitucional o delitos de función.
 
Por ende, ¿es recomendable un Senado? Sí, siempre que sea una cámara imperfecta, y en tanto no sirva para garantizar la impunidad de los altos mandatarios. Masacres como el Frontón o Accomarca no pueden dormir el sueño de los justos.

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