miércoles, 9 de febrero de 2011

César Lévano, en su columna de “La Primera”,

César Lévano, en su
columna de “La Primera”,
al explicar su particular
punto de vista acerca
de las razones por la que no
se alcanzó la unidad esperada
entre la izquierda y el PNP,
afirma su sospecha –en clara
alusión al MNI y al Partido
Comunista del Perú-Patria
Roja- de “que algunos de los
partidos de izquierda, guiados
por la soberbia, estén exigiendo
alto cupo de curules”. Agrega
más adelante: “la unidad es una
oportunidad que se pierde”.
Lévano yerra en la primera conclusión,
acierta en la última. Ganado
por prejuicios ideológicos,
pero también por desinformación,
piensa que el MNI y PR son
organizaciones políticas donde
están ausentes los principios,
que existen para marchar detrás
de un sindicato o una curul parlamentaria.
A Ollanta Humala no nos
acerca una relación de último
momento. La iniciamos apenas
llegado de Corea del Sur y fuimos
de los primeros en impulsar
su candidatura presidencial en
2005. Relación que culminó con
su decisión de distanciarse del
MNI, prefiriendo aliarse en su
lugar con UPP, con los resultados
conocidos: 46 congresistas,
gran parte de ellos tránsfugas y
logreros.
Apenas culminada la segunda
vuelta electoral en 2006,
conocida su derrota, la nuestra
fue la única organización política
que lo visitó para expresarle
solidaridad y respaldo, y abogó
en todo momento por reconstruir
la unidad perdida. Fueron enormes
los esfuerzos realizados por
el MNI y el PC delP-PR en ese
sentido, convenciendo incluso a
organizaciones de izquierda que
mostraban clara desconfianza
sino rechazo a su candidatura. El
resultado fue la conformación de
una mesa de trabajo de cuatro
organizaciones (PNP, MNI, PCP,
PS), que finalmente se disolvió
cuando se encontraba a las
puertas de firmar un documento
que sentara las bases del frente
único, porque la delegación de
una de las partes declaró que no
tenía mandato de la dirección de
su partido.
No obstante, persistimos en
la necesidad de alcanzar la unidad
esperada, que debiera abarcar
más allá de las fronteras del
PNP y la izquierda, de acuerdo
con la estrategia de “gran unidad
para el gran cambio”. Era la
única posibilidad con que contábamos
si se aspiraba de verdad
a ganar el gobierno y conducir,
con acierto y capacidad, los destinos
de la nación. Partiendo de
las propuestas que hicimos con
la política del Nuevo Curso, no
era difícil arribar a una plataforma
electoral común, como lo
demostró el documento nonato
referido que se difunde en este
número de PR.
Quien tiene una visión estratégica
como la señalada,
fundada en un proyecto serio y
de largo alcance, mal haría en
perderse en discusiones sobre
cupos o ventajas parciales. No
lo hicimos en el período previo a
las elecciones de 2006, menos
ahora. Toda organización política
aspira a tener representación
en el congreso o el gobierno,
pero esa aspiración no puede
ser la base de una unidad seria,
responsable, con sentido histórico.
Hace mucho que hemos superado
la mentalidad coyuntural
y estrecha que caracterizó a la
izquierda del pasado, que llevó a
la ruina a IU. La mirada del partido
no se agota en la coyuntura.
En tal sentido unos puestos en el
congreso pueden permitir avances
parciales, pero no resolver
los problemas de fondo. La clave
sigue siendo el gobierno de la
nación.
El desencuentro del PNP con
el MNI y el PCdelP-PR se explica
por su temor a una alianza con la
izquierda que considera radical,
cediendo a la presión de la derecha
con el argumento de que
no “suma sino resta”. Piensa que
“blanqueando” sus propuestas y
distanciándose de organizaciones
políticas de principios firmes
puede encontrar el camino de la
victoria electoral. Le desagrada,
además, una organización política
que no está dispuesta a
someterse a sus dictados. Pruebas
las tenemos más de una.
Finalmente, medran aspirantes
a congresistas que creen que
la presencia del MNI y el PC del
P-PR podría mermarles su acceso
a un asiendo en el Congreso.
El problema, sin embargo, es
más de fondo: de diferencia en
las visiones de la política y la
estrategia. Una estrategia aislacionista
y, además, fundada en
el líder natural al que se debe
obediencia, está condenada a la
derrota. Al centro político nunca
se ganará desde una posición de
debilidad sino de fuerza, de claridad
en el mensaje y de relación
estrecha con sus actores. No
será resultado de la negociación
de último momento, sino fruto de
un trabajo previsor, de una imagen
que genere confianza y de
una propuesta realista.
Son excepción victorias
que caen como regalo de las
circunstancias. La reciente experiencia
de Lima es una de
ellas, y el colapso de la candidatura
presidencial de FS, el
inevitable epílogo de una decisión
fundada en una lectura falsa
de la realidad inducida por
los medios de comunicación.
Porque no hay que olvidar los
oscuros manejos de los estrategas
de una derecha conservadora
y recalcitrante que hará todo
lo imposible para impedir una
alternativa seria de cambio. Su
lema siempre ha sido “divide y
reinarás”, con resultados gordos
a su favor.
Su segunda conclusión sí que
tiene fundamento porque es una
verdad de catedral. La consigna
¡gran unidad para un gran cambio!
que enarbolan el MNI y PR
no es fruto de la improvisación
ni es una frase demagógica: es
la síntesis de una propuesta de
alcance estratégico basada en
una posibilidad real. Las elecciones
de 2011 podían encumbrar
un gobierno de cambios
importantes como alternativa al
neoliberalismo, a condición de
construir una unidad muy amplia
que incorporara a las izquierdas,
el nacionalismo, el progresismo,
el movimiento social y étnico, a
los pequeños y medianos empresarios,
en torno de una candidatura
unitaria y una plataforma
común.
Si tal unidad es indispensable
para hacer viable la victoria popular,
lo será más para gobernar
con éxito, pues no serán pocos
ni fáciles los obstáculos a enfrentar.
El árbol de la ceguera política
impidió ver el bosque. En tales
condiciones y frente a la imposibilidad
de alcanzar una candidatura
unitaria, o por lo menos de
una parte de la izquierda y el progresismo,
la decisión del MNI de
no participar con candidaturas a
la presidencia del país y al congreso
es la más acertada, honrosa
y consecuente con los postulados
que venimos sosteniendo
sin descanso, pese al costo que
significa.
El Perú necesita una izquierda
leal a sus principios. Una izquierda
con visión estratégica y
fuerte sentido ético, con sólidos
fundamentos programáticos además
de enraizamiento real en el
pueblo, que no se escuda en los
sindicatos o las ONGs para existir.
Una izquierda que afirme su
identidad transformadora junto
a su capacidad de renovación.
Las dificultades o reveses de
hoy son transitorios, por lo tanto
superables; las posibilidades de
recuperación y avance, inmejorables,
cualesquiera sean los resultados
del próximo abril.
LECCIÓN DE DIGNIDAD Y CORAJE LA NECESIDAD DE UN NUEVO MITO
EN LA JUVENTUD PERUANA
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