Por Manuel Guerra
Con el
Proyecto de Ley N° 3942/2014-PE aprobado por el Congreso de la República se
pretende consumar una nueva agresión contra los trabajadores, esta vez la
medida apunta a los trabajadores jóvenes, sector que en las últimas décadas ha
sido afectado gravemente por el desempleo y subempleo, la informalidad, la
falta de oportunidades para estudiar e ingresar a los centros superiores;
también por la ofensiva ideológica y culturar destinada a convertirlos en
individuos conformistas y egoístas, atrapados en la dinámica del consumo y la
ilusión del éxito individual.
El
arrasamiento de los derechos laborales de los jóvenes, al igual que del
conjunto de trabajadores, es consecuencia del modelo neoliberal que empezó a
aplicarse en el país desde los 90 con el fujimorismo, y que ha continuado
profundizándose con los gobiernos de García, Toledo y, actualmente, con el de
Ollanta Humala. La política laboral que impone el neoliberalismo tiene por
objetivo maximizar la tasa de ganancia del capital a costa de la
sobreexplotación de la mano de obra. En este esquema los derechos laborales son
considerados “sobrecargas” que deben ser eliminadas para “el buen desempeño de
la economía”.
Por ello
resultan hipócritas y oportunistas las declaraciones de Toledo y García que
ahora pretender defender el empleo digno de los jóvenes, tan asquerosas como
cuando el fujimorismo pretende abanderarse de la lucha contra la corrupción.
Por ello resulta también insuficiente que la lucha se limite a enjuiciar al
actual gobierno, enrostrándole su traición, sin poner en la picota al modelo
neoliberal, que ha impuesto la economía del saqueo de los recursos naturales y
la sobreexplotación de los trabajadores para saciar la voracidad de un puñado
de empresarios que concentra la riqueza.
Hay que
oponerse a la promulgación de la ley que atenta contra el trabajo digno de la
juventud; sin embargo hay que tomar conciencia que la lucha de los trabajadores
se resolverá en el ámbito político, que tiene que ver con temas de Estado y
gobierno. La acción gremial, sin descartar su importancia, resulta insuficiente
para cambiar el actual estado de cosas. No se trata solamente de cambiar tal o
cual ley, de arrancar un aumento salarial o mejores condiciones de trabajo; se
trata de contener y derrotar al actual modelo, el más salvaje e inhumano que ha
creado el capitalismo, fuente del atraso e inequidades que padecemos los
peruanos.
En el
presente la lucha política reviste importancia decisiva. Asistimos a la crisis
del Estado neoliberal, la descomposición de las instituciones, el desprestigio
de los representantes del modelo, la crisis económica que acecha. Y si todo eso
permanece y se perpetúa es porque las fuerzas de la izquierda y el progresismo
se mantienen débiles y dispersas, porque se dilapidan las oportunidades de
construir una unidad consistente y duradera, porque prevalece la estrechez de
miras en quienes, precisamente, deben asumir el liderazgo para sacar al país
del hoyo en que se encuentra.
No hay
lugar para la desidia ni tiempo que perder. Los jóvenes deben jugar también un
papel protagónico en la reconstrucción de la unidad y el espacio de la
izquierda. Renovar la política asumiendo un proyecto de país para derrotar al
neoliberalismo, tal es la tarea más importante que debemos asumir en el
presente.
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