miércoles, 29 de julio de 2015

HOMILÍA DE FIESTAS PATRIAS


Pedro R. Barreto Jimeno, S.J.
Arzobispo de Huancayo
26 de julio 2015

Como Arzobispo Metropolitano de Huancayo expreso mi fraterno y afectuoso saludo a las autoridades políticas, civiles, militares, policiales y a todos los ciudadanos en la conmemoración del centésimo nonagésimo cuarto (194º) aniversario de la Independencia de nuestro país.

Este acontecimiento es iluminado por la Palabra de Dios que acabamos de escuchar. En la primera lectura el profeta Isaías nos dice hoy: “El pueblo que caminaba en tinieblas ha visto una gran luz”. Son las tinieblas de la esclavitud, la injusticia, la pobreza lacerante, los variados signos de corrupción que generan desesperanza en nuestro país, en nuestra Región y en la Ciudad Incontrastable. Sin embargo  -nos dice el profeta Isaías- hay una luz de esperanza firme y segura para cada uno de nosotros y para toda la humanidad: “Porque un niño nos ha nacido, un hijo se nos ha dado”. Es Cristo único Salvador y liberador de la humanidad. En Él y con Él podemos construir y vivir una paz estable y duradera. Sin principios y valores éticos todo se destruye y no hay esperanza.

Nuestras Fiestas Patrias tienen una significación peculiar porque estamos experimentando en diversos campos una insatisfacción social por el empobrecimiento de un buen número de peruanos y peruanas que viven en el área rural y en las periferias de las ciudades.

A la luz de nuestra fe en Jesucristo proclamamos la libertad e independencia de la persona humana y de pueblos creyentes como el Perú. Porque esa es la “justicia de su causa que Dios defiende”. Libertad e independencia para buscar juntos los altos intereses de bienestar y de solidaridad con todos los que conformamos la gran familia peruana y de la Región Junín. Hoy renovamos nuestra fe en Dios y “en la voluntad general de los pueblos”. Nuestra decisión es luchar contra todo interés particular o de grupo para buscar el bien común del Perú. Esa es la ansiada paz que deseamos para el Perú, la Región Junín. Sin embargo debo indicar con claridad, en nombre de la Santísima Trinidad, en cuya advocación fue fundada la ciudad de Huancayo, que:

Sí puede haber paz cuando se respeta la dignidad de la persona humana, se promueve la calidad de vida de las familias y se trabaja para la inclusión social de los pobres en medio de la inequidad social existente en nuestro Perú y en nuestra Región Junín. No puede haber paz si no escuchamos el grito de los pobres y de los que sufren reclamando justicia y solidaridad. No habrá paz si no nos ponemos al servicio de los pobres.

Sí puede haber paz cuando se cuida nuestra casa común y no se contamina el agua, el aire y la “pacha mama”. Pero si miramos, con sinceridad y honestidad, la realidad observamos que existe un grave deterioro ambiental que afecta la salud de las personas y nuestro bello entorno natural de la cuenca del río Mantaro. Por eso si quieres la paz cuida la creación de Dios.

Sí puede haber paz cuando todos nos unimos para buscar el bien común de las personas, comenzando por la propia familia, el ambiente de trabajo y no se dan enfrentamientos e insultos entre las personas, entre grupos políticos, entre las autoridades actuales y las anteriores en todo nivel. Porque como dice Jesús; “todo grupo humano dividido va a la ruina”. Y eso está pasando en nuestro país y también en la Región Junín. Y son los pobres los que se ven afectados por esta nefasta división entre autoridades. No todo es negativo. Hace poco me vino a verme un alcalde distrital con todos sus regidores y me dijo Monseñor aquí están todos mis regidores incluso de la oposición, porque se trata de servir al pueblo nos hemos unido para buscar juntos el bien de nuestro distrito. ¡Qué hermoso ejemplo de democracia y participación ciudadana!

Sí puede haber paz cuando los comunicadores sociales se dedican a ofrecer una información veraz y objetiva, resaltando las muchas bondades existentes en las personas e instituciones y en la misma sociedad. En cambio no habrá paz cuando se resaltan las noticias trágicas para captar la atención de la gente o injurian, insultan o favorecen a determinadas personas o grupos por el sólo hecho de recibir un dinero o ganar más seguidores. ¡Cuántas honras difamadas! ¡Cuántas medias verdades que son las peores mentiras!

Sí puede haber paz cuando las empresas extractivas formales e informales, asumen una auténtica responsabilidad social donde se privilegie a la persona, se respete su dignidad y se proteja la calidad del aire, del agua y de la tierra. No habrá paz cuando el dinero está en primer lugar en las negociaciones. No podemos aceptar un nuevo programa de adecuación ambiental por otros catorce años en la ciudad de La Oroya porque permitirá afectar seriamente la salud de los trabajadores y de su población. El Estado debe respaldar y privilegiar a los trabajadores en estos momentos angustiosos para ellos y sus familias.

El Perú, rico en humanidad, culturas, religiosidad, bendecido por Dios creador del cielo y de la tierra, con abundantes recursos naturales y una riqueza de pisos ecológicos y de biodiversidad, tiene el estigma de ser un país pobre, donde reina la corrupción y la desconfianza. La inseguridad ciudadana avanza incontrolablemente, como un alud destructivo de la paz que deseamos todos compartir cada día en la familia, y en la sociedad.

Sin embargo agradecemos a Dios y nos alegramos por la fe, la religiosidad, la solidaridad y la alegría que son características del pueblo peruano trasmitidas a lo largo de la historia por muchos hermanos y hermanas como los santos peruanos, Santa Rosa de Lima, San Martín de Porres, San Francisco Solano y de innumerables personas anónimas cuya caridad ha mantenido viva la esperanza en medio de las injusticias y adversidades.

En la segunda lectura San Pablo nos exhorta a estar siempre alegres en el Señor Jesús. Que todo el mundo nos conozca por nuestra bondad, justicia y honestidad. Que nada nos angustie porque confiamos en Dios. Como nos dice el Papa Francisco “la alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG, 1). Debemos tener en cuenta todo lo verdadero, justo y honesto para que la paz de Dios esté con nosotros. Nada ni nadie nos puede robar la alegría que nos da Jesús.

La Iglesia considera que el sistema democrático, aun cuando no sea perfecto, posibilita la expresión de la ciudadanía para elegir, apoyar y vigilar la gestión pública de los que han sido elegidos por el voto popular para realizar proyectos a favor del bien común y no de intereses personales o de grupo. En este sentido amplio todos somos políticos.

Sin embargo el compromiso -en sentido restringido- que asumen los políticos en la vida pública, si lo asumen con verdadero espíritu de servicio, ofrece grandes posibilidades de ejercer un eficaz influjo a fin de construir una sociedad más justa, pacífica y fraterna. No debemos ignorar, sin embargo, que la vida política es dura y exigente, acompañada frecuentemente con dolorosas tensiones y dificultades que debilitan la voluntad de servicio. Lo que debería ser causa de optimismo y solidaridad, se convierte, a veces, en fuente de enfrentamientos, injurias y todo tipo de mezquindades cuando se considera la política a veces como una competencia desleal y destructiva del tejido social con grandes signos de corrupción. Esta lamentable realidad que vivimos en el Perú produce escepticismo, incredulidad generalizada o escándalo para la gran mayoría de los peruanos. Y al no poder luchar con esta cruda realidad algunos asumen la política como un espacio eficaz de ambición personal y de poder. Con mucha razón el Papa Francisco afirmaba como un objetivo común la urgente y necesaria rehabilitación de la política. Se necesitan peruanos y peruanas que sean transparentes, honestos, con firmes principios democráticos y valores morales firmes y consistentes. Personas que no se dejen avasallar por el ruido de las murmuraciones y las envidias para tener como único objetivo político de servicio el bienestar y la justicia para todos los peruanos y peruanas. Esa es la grandeza de un país. El Perú, la Región Junín y Huancayo se lo merecen.

En el Evangelio de hoy, María visita a su prima Isabel y es portadora en su vientre virginal a Cristo, fruto del Espíritu Santo y por eso la liturgia de nuestro aniversario nacional se le llama en la liturgia de la Iglesia Católica la fiesta de Nuestra Señora de la Paz. Queremos que la paz de Cristo llegue a todas las familias peruanas para que nuestro País siga los derroteros de la justicia, la solidaridad  y de la paz. Por eso en nuestra Arquidiócesis de Huancayo tenemos como lema: “Caminando juntos, somos Iglesia”.  

Todo cristiano y toda persona de buena voluntad debe ser el mejor ciudadano. La fe no nos quita la responsabilidad de dar a una autoridad legítima y justa, la obediencia y colaboración y vigilancia ciudadanas. Aunque –en caso de conflicto moral- un creyente, como dice el apóstol Pedro, debe “obedecer a Dios antes que a los hombres” (4,18).

Desde Huancayo o desde el lugar donde nos encontremos todos debemos aportar al Bien Común de los que conformamos la gran familia peruana. Podemos decir también: “Caminando juntos, peruanos y peruanas, construimos un Perú más justo, pacífico y solidario”  ¡Felices Fiestas Patrias!

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