Otra mirada. Comercio en la ciudad metalúrgica no ha cesado pese a la paralización de las operaciones de la minera Doe Run. La economía de la ciudad se ha visto dinamizada por otras empresas mineras cercanas y el comercio.
Juana Gallegos
La entrada a la ciudad de La Oroya nos remite inmediatamente a su naturaleza minera. Bordean la carretera breves tramos de comercio, intercalados con los antiguos campamentos mineros de la Centromín Perú, las refinerías paralizadas de cobre y plata de
Doe Run Perú y los oxidados ferrocarriles de la
Empresa Nacional de Ferrocarriles del Perú, una hilera de bancos con cajeros automáticos y más mercadillos en las calles. Han pasado más de mil días desde la paralización del complejo metalúrgico de Doe Run y, contrariamente a lo que se dice, La Oroya no es una ciudad fantasma.
El movimiento económico no ha cesado en La Oroya, la ciudad mantiene el perfil de una ciudad metalúrgica. Las principales calles y avenidas están gobernadas por el comercio: restaurantes, centros comerciales, tiendas, pollerías, cabinas de internet, hospedajes, clínicas dentales, bancos y farmacias.
La ciudad se divide entre los que consideran que la economía se ha visto deprimida desde que las maquinarias de la empresa Doe Run han parado, y hay quienes dicen que el movimiento económico se viene recuperando tras el bajón que sufrieron durante el primer año de paralizada la fundición, pero que con el proyecto minero Toromocho de Chinalco, en Morococha, ubicado a solo 30 minutos de La Oroya, se ha revitalizado la economía en la zona.
“Ha bajado el movimiento comercial, pero no hasta el extremo. Se ha demostrado que La Oroya ha mantenido su movimiento comercial, ya que la ciudad es una especie de puerto terrestre de la región. La gente que viaja a Huancayo o a Cerro de Pasco hace una parada en La Oroya”, dice Edwin González, secretario ejecutivo de la Red Muqui.
En la zona llamada Marcavalle, en la entrada de la ciudad, se ha incrementado el servicio de alojamiento. Hostales y hoteles de todo precio se distinguen al lado de restaurantes y video pubs. Este tramo de la ciudad es conocida como
La Oroya Nueva y aquí han crecido considerablemente los negocios de todo tipo.
Miguel Huayne es presidente de la Cámara de Comercio de La Oroya y fue abogado del área legal de Doe Run, y dice que el 2009, cuando se cerró el complejo metalúrgico, el movimiento económico bajó en un 70%. “Cada año los comerciantes de La Oroya pierden 50 millones y, del mismo modo, el Estado deja de percibir 500 millones de dólares en impuestos”.
Sin embargo, en el mercadillo de La Oroya la sensación es diferente. Un vendedor de ropa nos muestra su diario de venta y nos dice que gana entre 1.800 y 3.400 soles diarios netos. Tiene un puesto en la feria que tres veces por semana ocupa un lado de la ciudad. El vendedor es huancaíno y nos dice: “Si no habría negocio no vendría a vender aquí. Gano tan igual como antes”.
Otros proyectos
Nadie niega que la reactivación del complejo vaya a devolver la dinámica económica a la ciudad, sin embargo, en la provincia de Yauli, donde se ubica La Oroya, se desarrollan otros proyectos mineros como el de la minera Chinalco. A partir de las 5 de la tarde se ven llegar a La Oroya buses, cousters y camionetas 4x4 que transportan personal de la mina. A media hora de la ciudad, en las laderas de los cerros, se está construyendo la nueva ciudad de Morococha. Hasta aquí serán trasladadas las familias de la antigua Morococha debido a que el pueblo se encuentra ubicado sobre las reservas del proyecto minero Toromocho. Este proyecto ha empleado a más de 2.500 trabajadores de construcción civil para levantar la nueva ciudad que contará con colegios, centros médicos, edificios municipales y centros de recreación, y cuya inversión es de 50 millones de dólares.
Toromocho se proyecta crear 7.500 empleos indirectos y 5.000 más en la etapa de construcción de la mina. Alrededor del asentamiento minero están naciendo negocios de construcción, minimarkets, servicio de transporte, fuentes de soda, bodegas. En Morococha Antigua hay cajeros automáticos y locutorios telefónicos. En La Oroya, los dueños de las ferreterías, hoteles, restaurantes ubicados en la entrada de la ciudad dicen que Morococha los está beneficiando, y que ha contribuido a reflotar la ciudad.